Dirección Marcus
Nispel
Guión Damian
Shannon/Mark Swift
Fotografía Daniel
Pearl
Música Steve Jablonsky
Producción Michael Bay/Sean S. Cunningham/
Andrew Form
Jared
Padalecki
Danielle
Panabacker
Amanda
Riguetti
Derek
Mears
Travis
Van Winkle
Aaron Yo
Arlen Escarpeta
Ryan Hansen
Julianna
Guill
Willa
Ford
Ben
Feldman
Jonathan
Sadowski
Nick
Mennell
America
Olivo
Richard Burgi
Kyle Davis
En medio
de una gran tormenta una joven escapa aterrorizada entre la arboleda de un
bosque seguida de una mujer armada con un cuchillo dispuesta a acabar con su
vida. Cuando la muchacha es arrinconada junto al lago que da nombre al
campamento de Crystal Lake por su acosadora, logra sacar fuerzas de flaqueza
para decapitar a la mujer con un machete que portaba en su huida. Cuándo la
joven huye tras acabar con la vida de la asesina que trataba de matarla, un
niño se acerca al cadáver sin cabeza. Se trata de Jason, su hijo.
Tras los
más que aceptables resultados cosechados con el remake de La matanza de Texas
(2003), la productora de Michael Bay Platinum Dunes volvió a solicitar los
servicios de Marcus Nispel para resucitar a otro de los tótems del terror de la
década de los ochenta, Jason Voorhees. El director volvió a un estilo similar
en forma pero donde lo que más cojea es el fondo, y es que la propia historia
base que alimentaba a las cintas de culto originales, tanto la de la película inicial
de la saga de La matanza de Texas como la de la franquicia de Viernes 13 son
bien distintas.
En este
caso en particular la historia que se narra es excesivamente simple y
simplista, encaminada a un único objetivo, mostrar todo un remedo de asesinatos
brutales y explícitos a manos del verdadero protagonista de la película, el
hijo de la señora Voorhes. El guion del tándem Damian Shannon y Mark Swift,
quienes únicamente habían guionizado el encuentro entre Freddy Krueguer y el
propio Jason Voorhees en la celebrada Freddy Vs Jason es muy flojo, y aunque contiene en su propio
concepto de reboot varias ideas extraídas de las cuatro primeras entregas de la
larga saga iniciada en 1980 en clara idea de autocomplacencia para fans poco se
han esforzado sus responsables por hilvanar una historia medianamente
interesante. Esta idea queda fehacientemente contrastada al ser testigos de un
prologo de veinte minutos con una hornada de víctimas de los que despacharse
alegremente para a continuación presentar un nuevo grupo que cope el resto de
metraje, aunque tanto la forma en que están dibujados sobre el papel como su
propio comportamiento posterior les haga merecedores finales del machete de
Jason. Además la historia contiene dos elementos especialmente irritantes para
quien esto escribe, aunque trataré de enmendar la plana con otra aportación que
si me ha resultado satisfactoria. En contra tenemos la idea de un condado donde
la gente desaparece por docenas y además en una zona muy concreta, una policía
que supuestamente busca a estas personas sin encontrar una sola pista, y un
enorme campamento de verano abandonado que parece invisible para las fuerzas
del orden pero con el que tropiezan una vez tras otras todas las víctimas
potenciales de Jason. La otra idea a la que me refería es una constante en este
tipo de historias y tiene que ver con la extraña dualidad por la cual un hombre
con una fuerza física excepcional como es Jason sea capaz de por una parte
soportar sin ningún problema por ejemplo un certero golpe de un bate de beisbol
mientras casi cae desvanecido cuándo es la final girl quien le golpea (por otra
parte final girl de menos de sesenta kilos). Estrujando un poco las
posibilidades seguro que hay mil maneras más creíbles para mostrar la forma en
que los últimos supervivientes son capaces de burlar e incluso llegar a noquear
a su atacante sin caer en lo fácil y por otra parte poco creíble viendo durante
la hora y cuarto anterior como se las gasta físicamente el asesino de Crystal
Lake. Pero como apuntaba antes sí que hay un elemento que me gusta como se ha
tratado en este nueva versión, y es la idea de un Jason Voorhees en clave de
superviviente, como ha sido capaz de hacer de Crystal Lake su hogar, desarrollando
una capacidad innata para sobrevivir en un ambiente tan hostil, lo que
justifica de alguna manera su forma de acabar con todo aquel que él considere
invada su territorio. La elección de Derek Mears y sus dos metros de altura es
todo un acierto a la hora de dotar de un físico adecuado al personaje. Mears es
un conocido actor dentro del género (también ha trabajado como especialista), y
muy dado además a ocultar su verdadero rostro como hiciera por ejemplo en
Predators (2010) o en Hansel y Gretel cazadores de brujas (2013) por citar
únicamente un par de ejemplos.
Pero si
en el terreno de la historia la película recibía sus palos, hay que reconocer
que en el apartado técnico Marcus Nispel demuestra capacidad más que suficiente
para ofrecer un trabajo entretenido, bien montado y dinámico, sin tiempos
muertos que aburran y con la constante de mostrar a un Jason Voorhees en plena
acción. En ese sentido esta nueva
versión está a la altura (en ocasiones
supera) de una saga que tampoco ofrece demasiado en lo referente a su calidad
fílmica, aunque el personaje icónico de Jason haga de esta franquicia toda una
delicia para el aficionado. En lo que respecta al estilo visual manejado por Nispel
decir que vuelve a incidir como ya hiciera en La matanza de Texas (2003) en la
presentación de un escenario grotesco, degradado y lleno de trofeos de las múltiples
víctimas de Jason, idea que se recoge principalmente en los subterráneos que se
encuentran en el campamento abandonado donde el protagonista ha ubicado su
hogar, aunque no se llegue al extremo que ofrecía en lo referente a esta idea
la obra sobre Leatherface. Igualmente multitud de secuencias han sido rodadas
de noche para potenciar la sensación de peligro que viven las víctimas tratando
de aumentar el desasosiego de estas escenas. Evidentemente es una película de
Viernes 13 y por lo tanto su visionado responde más a un deseo de disfrutar y
pasarlo bien con las andanzas de Jason, con lo que e la mayor parte de la trama
estos esfuerzos resultan bastante inútiles.
Dentro
del terreno interpretativo, además del anteriormente citado Derek Mears, quien
compone un protagonista a la altura y que hace nos olvidemos de todo un grande
como Kane Hooder en entregas anteriores,
cabe citar por curiosa la participación de un trío de protagonistas muy
relacionados con el género del terror a resultas de sus trabajos
interpretativos más conocidos. Así tenemos a Jared Padalecki famoso por su
participación en la serie para televisión Supernatural y que ya protagonizara
La casa de cera (2005). Junto a el Danielle Panabacker quien como su compañero
pertenece a esa hornada de nuevos intérpretes que a pesar de dar bien en
pantalla tampoco es que destaquen pos sus dotes para el drama. Panabacker ha
paseado palmito en títulos como The crazies (2010) o Piraña 3DD (2012). Por
último citar a Amanda Riguetti, por quien servidor siente especial debilidad
desde que la descubriera en la estupenda serie El mentalista y que ya había coqueteado
con el género en Return to house on Haunted Hill (2007).
Como
cierre ¿podemos decir tras lo escrito hasta ahora que este reboot de Viernes 13
sea bueno? Como película es bastante floja, ya apuntábamos anteriormente que la
historia es excesivamente simple, pero como título dentro de la saga se encuentra a
la altura, de hecho estaría en el top de cintas de la larga franquicia. Gustará
a los forofos de Jason Voorhes y de la propia saga, y contiene además varios de
los elementos recurrentes dentro de prácticamente todos los títulos de la
misma. Unos protagonistas estúpidos que van a morir uno a uno de la manera más
brutal, la presencia de la marihuana como forma de justificar lo descerebrados
que son quienes acabaran siendo las víctimas de Jason, hermosas muchachas
desnudas, y sangre, mucha sangre. Y llámenme romántico, pero me encanta que en
esta ocasión Jason utilice tanto su machete, es marca de la casa, y las
tradiciones hay que respetarlas.
Henry Jeckyll
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