Dirección Neil Marshall
Guión Neil Marshall
Fotografía Sam McCurdy
Música Tyler Bates
Producción Benedict Carver/Steven Paul
Rhona Mitra
Bob Hoskins
David
O´Hara
Adrian
Lester
Darren
Morfitt
MyAnna
Buring
Craig
Conway
Lee-Anne
Liebenberg
Alexander
Siddig
Malcolm
McDowell
Un
terrible y mortal virus se propaga rápidamente en Escocia. Para evitar una
pandemia mayor las autoridades deciden trazar un muro de acero de diez metros
de altura y ciento diecisiete kilómetros de largo que separe de costa a costa Inglaterra
y Escocia dejando abandonados y a su suerte a millones de ciudadanos.
Veintisiete años después el mismo virus denominado “segador” se manifiesta en
el propio corazón de Londres. Es entonces cuando se decide que un grupo de
élite dirigido por la expeditiva mayor Sinclair se incursione del otro lado del muro, ya que
satélites de vigilancia han constatado que existen supervivientes que han
podido desarrollar una vacuna o simplemente sean inmunes a tan letal virus.
Una vez
conseguido el favor de la crítica y público con títulos como Dog soldiers
(2002) o The descent (2005), Neil Marshall pudo poner en pie Doomsday, proyecto
personal en el cual el realizador ingles volcaba a través del guión escrito por
el propio director todo un homenaje al
tipo de cine que le había marcado en su juventud. Es por ello que a la hora de
abordar la crítica de esta obra sea preciso posar la mirada en las películas
sobre las que el propio Marshall se ha inspirado a la hora de dar vida a esta,
digámoslo ya, espectacular y entretenidísima cinta post apocalíptica.
28 Días
después (2002): La aclamada cinta sobre zombies de su compatriota Danny Boyle
sirve a Marshall para ofrecer un prólogo que justifica con la aparición de un
virus mortal el hecho de crear toda una región abandonada a su suerte y que a
raíz de este hecho posee su propia evolución como sociedad precisamente
mediante la involución de las normas. Este prometedor inicio, donde vuelve a
plantearse la idea de un gobierno mezquino y un ejército que por encima del
sentido común aplica la normativa y la cadena de mando para justificar
actuaciones deleznables, muestra la capacidad de Marshall para manejar, a pesar
de contar con un presupuesto bastante ajustado, escenas espectaculares y de
masas, conjugando con habilidad e inteligencia todo tipo de técnicas en el apartado
de los efectos visuales para hacer creíble igualmente tanto un Londres en decadencia como un Glasgow
que muestra muy acertadamente las consecuencias de treinta años de abandono.
Primer elemento a favor, un diseño de producción trabajado, meditado sobre el
papel y muy bien plasmado en pantalla, lo que vemos es creíble, no se abusa de
la infografía y se busca la convivencia de trucajes más artesanales con otros
donde la capacidad de las computadoras pueden abaratar costes y terminar de dar
el look buscado. Doomsday es ante todo un película de ribetes post
apocalípticos y lo que se ve en pantalla es precisamente eso, la vida después
de un Armagedón. Este estupendo trabajo por parte de los diseñadores sirve
igualmente para los uniformes y el armamento que vemos en pantalla, donde
presente y futuro se funden para presentar un notable trabajo en este campo.
1997,
rescate en Nueva York (1981): Hagamos un compendio de similitudes. Los
protagonistas son introducidos en un hábitat incontrolable y peligroso, a su
suerte y con un plazo ajustado para cumplir su misión ¿les suena? Sí que es
cierto que en la película de John Carpenter el protagonista era obligado a
cumplir la misión mientras en esta ocasión el grupo de miembros que forman la
expedición lo hacen de manera voluntaria y con diferentes justificaciones. Tratando
en algunos casos de ayudar a los ciudadanos como en el supuesto de los
doctores, cumplir con su obligación, como sucede con los hombres al mando de la
mayor Sinclair o como en el caso de la protagonista como forma de probarse a sí
misma en una tendencia autodestructiva y de desprecio absoluto tanto por las
normas que ella misma debería representar como por el peligro. Precisamente en
el personaje central tenemos el mayor punto de conexión con la película de
1981, y es que la protagonista interpretada con total acierto por una Rhona
Mitra cautivadoramente creíble, sería la perfecta pareja de baile del Snake
Plisken al que hace casi treinta y cinco años diera vida un soberbio Kurt
Russell. Tenemos el detalle de que ambos son tuertos, cínicos, duros como
piedra y se las arreglan para en el último minuto jugársela a quien les ha
encomendado sus respectivas misiones, al fin y al cabo auténticos villanos de
la historia. Parémonos llegados a este
punto para hablar de Rhona Mitra, protagonista de la historia y que como
acabamos de describir compone un personaje duro como pocos, bravucón, solitario
y resolutivo que sin embargo como sucedía con el Snake Plisken de Russell logra
caer bien. La bella actriz que comparte nacionalidad con Marshall se dio a
conocer con la famosa escena de la violación de El hombre sin sombra (2000)
para lucir especialmente acertada en papeles de mujer dura como el presente
caso o sirviendo de reemplazo a Kate Beckinsale en la tercera entrega de
Underworld, La rebelión de los licántropos (2009), sumándose a ese carro de
actrices que están pidiendo su sitio en el cine de acción actual.
Mad Max
2 (1981): Todo el concepto del grupo de los caníbales liderados por Sol viene dado
de la de los personajes enemigos de Max, especialmente los presentes en la
segunda entrega de la trilogía. Tanto el aspecto visual que toma del look punky
su mayor fuente de inspiración (aunque algo hay de otros estilismos, sirva como
ejemplo el maorí) como la propia organización social establecida, su salvajismo
y carácter violento y anárquico, nos lleva indefectiblemente a recordar la
trilogía dirigida en la década de los ochenta por George Miller, incluso se
presenta una especie de Cúpula del trueno en la secuencia de la fiesta liderada
por Sol en la que acaban quemando vivo y comiéndose al Dr Talbot. Pero no solo toma
de Mad Max la idea del grupo de salvajes (entre los que destaca gracias a su
aspecto y fiereza por encima del propio líder del clan el personaje de Viper) a
los que ha de enfrentarse la mayor Sinclair y sus hombres, y cuyo desarrollo
hay que decirlo es más entretenido y está mejor armado que el que tiene lugar
en el castillo medieval del Dr Kane. La forma de rodar las secuencias de
persecuciones automovilísticas también es un calco del estilo utilizado en la
saga Mad Max. Coches de verdad, especialistas de verdad y mucha gasolina,
olvidándose de los efectos infográficos para ubicar la cámara junto a las ruedas
de los vehículos utilizados, a la par de los coches, dando como resultado unas
tomas espectaculares y que inundan de velocidad el celuloide.
Citadas
las tres influencias más destacables a la hora de confeccionar la historia,
merece la pena pararse a hablar de alguno de los nombres del reparto además de
la ya mencionada Rhona Mitra. Bob Hoskins, en uno de sus últimos papeles antes
de fallecer en 2014, interpreta al superior y protector de la mayor Sinclair,
en una relación cuasi paterno-filial que pese a tocarse en apenas unas pocas
escenas logra calar en la historia. También creo que merece la pena hablar de
David O´Hara, magnífico en su papel de villano inmisericorde y quien logra
mantener el semblante inmóvil para dar vida a Michael Canaris. Diametralmente
opuesto en la forma de encarnar su personaje aparece un Malcom McDowell que
mantiene su tendencia a cierta sobreactuación, la cual le ha hecho encarnar una
vez tras otra a roles del tipo del que interpreta aquí, un científico reconvertido
en rey de su propio reino, base perfecta para trabajar un personaje con cierto
desequilibrio mental, algo a lo que está acostumbrado desde que diera vida a
Alex en La naranja mecánica (1971).
Hay
quien hablará de Doomsday como una mera copia de las películas que hemos citado
anteriormente, una obra sin un atisbo de originalidad y con mucha cara dura a
la hora de apropiarse de ideas, conceptos, personajes y situaciones ya vistas
con anterioridad. No creo que sea este el caso, sino que Marshall lo que hace
es devolver el guiño a títulos que le han permitido no solo disfrutar como
espectador sino crecer como director de cine, es un collage que funciona y al
que además el director aporta su propio estilo fundamentado en un uso
exacerbado de la violencia (el gore está presente en no pocas ocasiones) y en
una localización geográfica de la historia en la que el director y guionista
barre para casa. Ese conglomerado de ideas está perfectamente fusionado y logra
brindar una cinta que no solo se limita a revivir un estilo de películas ya en
desuso, sino que vuelve sobre una forma de filmar donde la fisicidad se imponía
al croma, básicamente porque este no existía. Es por ello que Doomsday destila
esa pura esencia de cine de serie B, porque homenajea un estilo al que es fiel
a muerte.
Henry Jeckyll













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