
(The
evil dead, 1981) 82´
Dirección Sam
Raimi
Guión Sam Raimi
Fotografía Tim Philo
Música Joseph LoDuca
Producción Robert Tapert
Bruce Campbell
Ellen Sandweiss
Hal Delrich
Betsy Baker
Theresa Tilly
Phil Gillis
Ted Raimi
Ivan Raimi
Scott Spiegel
Cinco
amigos se trasladan a una destartalada cabaña en medio del bosque para pasar un
divertido fin de semana. Una vez instalados y mientras disfrutan de su primera
cena en la casa una trampilla en el suelo se abre bruscamente indicando el
acceso al sótano donde encontrarán un viejo magnetófono, un cuchillo ritual y
un antiguo libro de terrible aspecto.
Antes de
hablar de Posesión infernal veo necesario matizar una idea que veo reflejada en
diferentes foros y conversaciones sobre el título a tratar. No, amigos, Evil
dead no se trata de una comedia de terror, eso vendría después con el remake
que en 1987 realizaría el propio Sam Raimi bajo el título de Terroríficamente
muertos, donde gracias a un mayor presupuesto volvería a contar la misma
historia pero desde una vertiente mucho más alocada y cercana al cartoon y al
splastick y que si puede definirse como una cinta de terror con un marcado
humor negro, idea llevada a su máxima expresión en la cinta que cerraría la
trilogía original estrenada en 1992 con el nombre de El ejército de las
tinieblas. Por el contrario, Posesión infernal es una película abiertamente de
terror, sin ningún tono de ligereza en su tratamiento y más cercana al
mediometraje de treinta minutos Whitin the Woods (1978), un primer boceto que
recoge varias de las ideas que luego veríamos plasmadas en la película de 1981 y
gracias al cual iban captando inversores que quisieran meter dinero en el proyecto.
Aclarado este punto vayamos a diseccionar una de las obras cumbre del cine de
terror de los ochenta y lo haremos para, partiendo de las limitaciones propias
de una primera producción y máxime en un grupo de gente tan joven (Sam Raimi
contaba con veintidós años en el momento de filmar la cinta), alabar todos y
cada uno de sus aciertos.
La
historia, ciertamente no tiene nada de original, toma elementos de Viernes 13
(1980) con el grupo de víctimas, amigos
jóvenes y despreocupados, y también apunta la idea de La noche de los muertos
vivientes (1968) por la cual los protagonistas se encuentran atrapados sin
posibilidad de escape en la cabaña, en esta ocasión a merced de los demonios y
no de los zombies. La utilización del Necronomicon de Lovecraft, aunque no se
cite su nombre de manera explícita en la
película, tampoco es que sea excesivamente original. Pero con todo ello se
logra crear un subgénero nuevo dentro del terror y que con The cabin in the
Woods (2012) ha sido recientemente homenajeado, el de “la cabaña en el bosque”.
Además tenemos a unos responsables que, jugando dentro de los parámetros
habituales del género, arriesgan con propuestas tan salvajes como la de poner
al protagonista en la tesitura de tener que acabar con la vida de su novia (y
no una única vez), la idea de desmembrar a los poseídos como única vía para
acabar con estos, idea acorde con unos niveles de gore realmente elevados o la
que es la secuencia más polémica de todas, la de la violación del bosque sobre
una de las protagonistas, escena que nos lleva a analizar el siguiente apartado
dentro de Posesión infernal.
Pobreza
de medios, hay que reconocer que la película contaba con un presupuesto muy
bajo, incluso para una cinta de este tipo, poco más de trescientos mil euros,
algo que queda remarcado en unos maquillajes poco definidos, especialmente en
el área de peluquería con toscas pelucas lucidas por los figurantes que hacían
de poseídos o en lo referente a los guantes que cubrían las manos de los demonios.
Pero curiosamente, la original concepción de estas criaturas presentada por
Raimi y su equipo suponen todo un logro, independientemente que en ocasiones no
sea todo lo lograda que debiera. Los ojos en blanco, las venas azules, el
exceso protésico y de fluidos…todo confiere a los poseídos de la película un
estilo aterrador, como por ejemplo en el
caso del personaje de Linda, caracterizada casi como una muñeca de
porcelana. Pero la pobreza de medios puede hacer dos cosas, que la película
refleje dicha escasez o que se potencie la imaginación de los responsables a la
hora de abordar el rodaje. En Posesión infernal es evidente que se inclinaron
por esta segunda idea. Valga como ejemplo la anteriormente citada escena de la
violación y como gracias a la habilidad a la hora de rodar y montar la
secuencia amén de un par de efectivos y simples trucajes con las ramas utilizadas
logran de largo el efecto deseado. Pero esa pericia técnica no es casualidad y
de hecho se convertiría en la marca de la casa de un Sam Raimi capaz de llevar
el uso de la steadycam a su máximo esplendor. La cámara no está quieta en
ningún momento, se convierte en un personaje más cuándo hace las veces de entes
demoniacos que recorren los bosques esquivando árboles o atravesando ríos, el
director no busca lo fácil y a pesar de estar obligado a rodar rápido por la
limitación de medios se toma la molestia de ubicar la cámara en los lugares más
recónditos, buscando alejarse de planos más habituales. Así hallamos secuencias
filmadas desde el interior del reloj de cuerda, tras la chimenea,
contrapicados, visión subjetiva como ya apuntábamos, tomas desde arriba para
abarcar al actor, travellings…no decimos nada nuevo si hablamos de la capacidad
de mover la cámara de Raimi. Junto a esta pericia técnica hay que elogiar el
sonido de la película, tanto en el apartado de un score musical francamente muy
bien encajado en las secuencias pero especialmente en unos efectos de sonido constates,
la película rezuma a cada instante golpes, susurros, viento soplando,
pisadas…algo que nos hace permanecer en constante estado de alerta antes lo que
está pasando, potenciando Raimi gracias a este recurso el miedo que transmite
la cinta.
Los
actores, efectivamente son actores malos, hablamos de interpretes amateurs que
no han desarrollado apenas carreras profesionales en el medio. Sus actuaciones
están llenas de exceso, lo cual hace que cierto estilo documental prevalezca en
la propuesta, logrando un efecto positivo en el resultado final. El caso de
Bruce Campbell es algo diferente, ya que ha logrado consolidar un status de
actor de culto gracias a su participación precisamente en la trilogía iniciada
con Posesión infernal, status del que a día de hoy continua viviendo interpretando
una vez tras otro el personaje de Ash en lo referente a la bravuconería,
chulería y pocas luces de muchos de los personajes a los que da vida llegando
incluso a auto parodiarse en la cinta de 2007 My name is Bruce (aquí traducida
con el oportuno nombre de Posesión demencial) dirigida por el mismo. Pero como
apuntábamos en la introducción, eso vendría después. En esta primera ocasión el
personaje de Ash, de entrada llamado Ashley, está más comedido en su forma de actuar, llega
de hecho a quedar paralizado por el terror en varios momentos y solo en el acto
final, en el que acaba haciendo las veces de final girl es donde despunta algo,
muy poco, de ese Ash que veremos en las continuaciones y que se convertiría en referencia
del cine de terror de la década.
Pero más
allá de las virtudes de la película a nivel técnico o en la escritura de un personaje
como Ash, en el diseño de las criaturas, está el evidente conocimiento de Sam Raimi
de los vestigios del cine de terror los cuales logra trasplantar con
sobresaliente acierto a su opera prima. La película es todo un referente de
cómo filmar un película de terror, como usar los resorte que te mantienen
pegado a la butaca, tanto en una primera parte más centrada en el suspense, en
saber que algo va a suceder, en que hay algo que acecha entre la neblina del
bosque (genial el momento de videncia con las cartas por parte de la primera poseída)
para pasar a un segundo y tercer acto donde gradualmente el nivel de sustos
efectistas copan el protagonismo, permaneciendo sin embargo esa sensación de
malestar que transmite la cinta. Sabemos además que el director va a
asustarnos, que está preparando la secuencia para ello, y de hecho, habiendo
visto ya la película en no pocas ocasiones no puedes evitar en alguno de los
momentos pegar un respingo en la butaca. Posesión infernal es cine de terror y
del bueno, del que perdura y crea escuela, una lección dada por una cuadrilla
de mocosos veinteañeros de cómo crear una obra maestra perdurable en el tiempo
con cuatro duros pero mucha imaginación y sobre todo, talento. Y eso, señores,
suele pasar en el mundo del cine como mucho un par de veces por década.
Henry Jeckyll













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