Dirección Gary
Shore
Guión Matt
Sazama/Burk Sharpless
Fotografía John
Scwartzman
Música Ramin Djawadi
Producción Michael De Luca
Luke Evans
Sarah Gadon
Dominic Cooper
Art Parkinson
Charles Dance
Diarmaid Murtagh
Paul Kaye
William Houston
Noah Huntley
Ronan Vibert
Zach McGowan
Ferdinand Kingsley
Joseph Long
Año
1442, el sultán otonamo esclaviza a mil niños transilvanos para obligarles a
formar parte de su ejército. De entre estos el llamado Vlad, apodado “el
empalador”, llegaría a ser un guerrero tan temido que ejércitos enteros se batirían
en retirada ante su sola presencia. Convertido en príncipe de su reino, viejos fantasmas
del pasado vuelven pidiendo un nuevo tributo de niños para el sultán, ante lo
cual Vlad deberá tomar una difícil decisión, claudicar entregando entre los
niños a su propio hijo o llevar a su pueblo a una guerra que sabe no puede
ganar.
No contentos con ser uno de los personajes de
ficción que más veces ha sido llevado a la pantalla, tanto en su versión
sobrenatural nacida a rebufo del éxito de la novela de Bram Stocker escrita en
1889 Dracula, sino ya en la vertiente puramente histórica del personaje de Vlad
Tepes quien inspiraría la obra de ficción antes mencionada, Universal inicia su
intento de recuperar a los monstruos clásicos de esta productora y que le
dieran grandes éxitos en las décadas de los años treinta y cuarenta con un batiburrillo
de ideas que mezcla historia y mitología sobre los vampiros para ofrecer una
obra que queda a medio camino de todo.
La
historia es bastante simplista, y basándose en el personaje de Vlad Tepes, de
quien unos dicen fue un héroe y otros un cacique cruel y despiadado, nos dibuja
un protagonista lleno de valores nobles, dulcificando de esta manera de raíz
toda la leyenda negra de este príncipe. La cinta justifica todas y cada una de
sus acciones como necesarias, incidiendo como puntal de su vida el amor
incondicional por su familia y su pueblo, por quienes se justifican todas las
decisiones y acciones tomadas por el personaje. Primer error, ya que de haberse
dibujado un personaje más equilibrado entre las luces y las sombras la historia
habría ganado en interés y enteros, ya que de esta manera lo único que nos
cuenta es que Vlad es el bueno y el sultán Mehmed el villano, yendo al terreno
de lo fácil y como consecuencia de lo aburrido. Eso en el terreno más
histórico, ya que en lo que concierne a como toma Vlad su status de vampiro
inmortal la película vuelve una vez más a lo sencillo y lo banal, sacándose de
la manga la existencia de una criatura que es algo así como un maestro de
vampiros pero del que nadie en el reino de Vlad conoce su existencia hasta que
idóneamente entra en escena para dotar al protagonista de su nueva forma
inhumana. Un puñado de estereotipos como son la vulnerabilidad a la plata, a la
luz del sol o los crucifijos, además de la constante presencia del murciélago
con unas transformaciones en esta criatura nocturna multitudinarias y ya
tenemos montado todo lo referente al mito. Una vez más la película podía haber
ahondado dentro de una mitología vampírica cuya abundancia y complejidad podía dar
enjundia y empaque a la historia del vampiro más grande y conocido de todos los
tiempos. Pero no hay tiempo para ello y sin embargo volvemos a ver lo mismo de
siempre, una guerra entre un pequeño reino y un enorme ejército, una historia
de amor del todo increíble y que roza de manera continuada un tono excesivamente
meloso lleno de frases de perogrullo y una asignación de roles radicales, los
buenos contra los malos. Todo ello además bajo un prisma estético mil veces
visto, fotografía oscura y sombría, tomas aéreas y unas secuencias de batallas,
poca, pero que al menos están dirigidas con dinamismo. Se evidencia además un
estiramiento en las secuencias más estáticas, de diálogo y transición, para
llegar a un metraje digno, lo que constata lo pobre y justa que queda la
historia contada en la película. Algo que nos da idea que la película no ha
terminado de resultar atinada es que a pesar de contar con un abultado
presupuesto de más de sesenta millones de euros son pocos los momentos en los que
la cinta refleja todo el dinero invertido, siendo más los instantes de proyecto
de serie B que destila la producción. Quizás el momento más destacable a nivel
visual sea el enfrentamiento final entre Vlad y Mehmed, donde tanto las
armaduras de ambos contendientes como ese mar de monedas de plata fotografiadas
mediante un prisma brillante y deslumbrante y con las que el poder de Vlad se
debilita resultan notablemente atractivos.
Luke
Evans se esfuerza por prestar a su personaje profundidad y registro pero como
apuntábamos con anterioridad está tan superficialmente dibujado sobre el papel
que apenas puede salir airoso de la jugada.
Y si el protagonista principal de una película que habla precisamente de manera
constante sobre él apenas puede ofrecer un par de momentos destacables, mejor
no hablar del resto de personajes, mera comparsa que acompaña al protagonista y
que no aportan nada a la historia salvo ocupar una posición casi de figurantes.
No es culpa de los actores, sino del
texto a interpretar, ya que no hay interés en mostrar nada de estos
secundarios, ni siquiera del propio villano o la esposa de Vlad. Charles Dance
es quizás gracias a su gran talento quien mejor sabe sacar provecho de su rol
de maestro de los vampiros, exprimiendo al máximo sus momentos en pantalla.
Como ya
hemos comentado el debutante Gary Shore sirviéndose del libreto de los también
novatos Matt Sazama y Burk Sharpless no
aprovecha las posibilidades de una biografía de partida que tanto a nivel
puramente histórico como ya en el terreno de la mitología y fantasía ofrecían carta
blanca para dar lugar a una película épica, romántica, terrorífica… los géneros
estaban esperando ver por qué opción se decantarían los responsables. Han
querido elegir un poco de todo y al final se han quedado a medias en cada
elemento. El veredicto es claro, antes de ver hora y media de película sobre el
origen de una leyenda tan grande a nivel no ya literario, sino cinematográfico e
inclusive social, servidor se decanta por el prólogo de cuatro minutos que abre
la película de 1992 Dracula, de Bram Stocker. Francis Ford Coppola lo hizo
antes, dedico mucho menos tiempo y lo hizo mejor.
Henry Jeckyll















Fue una buena adaptación del monstruo más famoso, cambiar la perspectiva y la visión que tenemos por Drácula fue una buena propuesta, la acabo de ver y me ha encantado, creo que es genial para pasar el tiempo y tener un grato entretenido.
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