UNDERWORLD


(Underworld, 2003) 116´


Dirección               Len Wiseman
Guión                     Kevin Grevioux/Len Wiseman/Danny McBride
Fotografía             Tony Pierce-Roberts
Música                   Paul Haslinger
Producción           Gary Lucchesi/Tom Rosenberg/Richard S. Wright


Kate Beckinsale
Scott Speedman
Michael Sheen
Shane Brolly
Bill Nighy
Sophia Miles
Robbie Gee
Wentworth Miller
Erwin Leder
Kevin Grevioux




En medio de una guerra entre los aristocráticos vampiros y los salvajes licántropos que dura siglos, Selene, una de las mejores guerreros del bando de los vampiros, descubre una misteriosa conspiración a través de la cual un humano parece ser la clave para inclinar la balanza de la confrontación hacía uno u otro contendiente. Pero también se encontrará con que todo por lo que ha luchado durante centenares de años se erige en una  cruel mentira.


Underworld es un ejercicio de estiloso cine de acción camuflado bajo el aparentemente original planteamiento de un enfrentamiento entre dos razas tan cinematográficas como las de los vampiros y los hombres lobo pero que tras sus capacidades técnicas que las tiene y que se manifiestan en una fotografía nocturna de tonos azulados bien ubicada, un manejo solvente de las cámaras y una estética al menos pasable, no puede ocultar un guion a medio trabajar y lleno de fallos que lastran la propuesta hasta llevarla a la reiteración de secuencias.

Y eso que la película empieza con buen pie, el tiroteo en plena estación de metro en hora punta es toda una declaración de intenciones, pero una vez se deja patente el eje central de la trama empezamos a encontrar agujeros de guion que no podemos dejar pasar por mucho que nos encontremos en un tipo de cine evasivo en el cual pesa más el cómo que el qué. A saber, el leit motive de la guerra entre clanes que se desvela en el tramo final es simplista, la forma en que Selene va encontrándose con las respuestas a todas sus preguntas apuesta por la vía fácil y los supuestos giros sorpresivos de alianzas, traiciones y secretos van siendo descubiertos de las maneras más absurdas y forzadas. Y eso si nos fijamos en los temas centrales de la película, ya que podemos ponernos exquisitos y plantearnos cuestiones como la de una vez presentada la citada secuencia de apertura en el metro donde si aparecen decenas de extras, no volvemos a ver ni en las persecuciones automovilísticas (que hay varias) ni en el resto de escenas rodadas en exteriores un solo indicio de vida en la ciudad. Tampoco entendemos como el personaje de Michael no es apresado ni por vampiros ni por hombres lobo en ninguno de sus intentos, eso a pesar de estar tratando con razas evidentemente superiores en destreza, fuerza y agilidad al ser humano. De hecho es finalmente Michael el que se traslada voluntariamente a la guarida de los vampiros para poder entrevistarse con Selene y hacer avanzar la historia. Esta dejadez en un tratamiento más cuidado de lo que sería la escritura de base provoca que la película nos deje con la agridulce sensación de haber podido ser mucho mejor de haberse limado estas asperezas en su guion, ofreciendo un esmero en la planificación visual de las secuencias de las que carece el área narrativa.

Otro error que deviene de esta simplicidad a la hora de abordar la historia es que los personajes principales están igualmente desdibujados. Selene, sin duda lo mejor de la película gracias a la belleza de una Kate Beckinsale embutida en cuero que se ha convertido en el mejor reclamo de la saga que vendría después, está plasmada con apenas unos trazos que se contradicen entre ellos, primero como una guerrera que se limita a obedecer órdenes para rápidamente pasar a ser una anárquica en su forma de trabajar. Su fijación por el personaje de Michael y la atracción entre ambos es un tópico facilón que no tiene sentido en Underworld. Y es Michael, personaje vital y que provoca toda la historia que se cuenta en el film, el peor retratado en buena parte por la apatía del actor que lo encarna, un Scott Speedman tal vez contagiado de la ñoñería de la serie Felicity (1998-2002) de la que formó parte. En ningún momento es creíble, su forma de abordar todo ese maremagno que está sufriendo en apenas unos días está plasmado desde la aceptación sin más de su nueva vida, le falta garra y carisma. Además todo ello se remata con una transformación final que desilusiona por su vagueza y resultado, máxime en una nueva criatura que podría haberse trabajado más y mejor a nivel conceptual. Junto a Beckinsale y Speedman un grupo de secundarios a medio gas y poco creíbles con un dirigente por pare del bando vampiro que en ningún momento impone respeto, un líder licántropo que tras unos inicios prometedores muere de la forma más sencilla, banal y poco impactante posible, y un  resucitado y poderoso vampiro que igualmente parece va a ofrecer mucho y queda igualmente a medias. Todo esto provoca la ausencia de clímax en las diferentes secuencias de acción, ya que las supuestas dificultades a las que son sometidos los protagonistas son solventadas con demasiada sencillez.

Se descubre de esta manera como una prometedora historia de base y un presupuesto suficiente para llevar a buen puerto el universo visual que en esta se dibujaba queda convertido en un espectáculo pirotécnico en el cual la carga explota en sordas tracas que en ningún momento nos dejan con la boca abierta, algo posiblemente achacable a Len Wiseman, director que se estrenó precisamente con Underworld y que tanto en el título que nos ocupa como en posteriores trabajos se definiría como un realizador con capacidad técnica pero sin chispa, como atestiguan sus contribuciones cinematográficas con títulos como La jungla 4.0 (2007) o el remake Desafío total (2012). Aún y todo el éxito de la película, que recaudaría casi cien millones de dólares, provocaría el nacimiento de una longeva saga de títulos cortados por el mismo patrón. Al menos Kate Beckinsale sacaría buen provecho de esta cinta que la encumbraría como una de las heroínas del nuevo cine de acción comandado por mujeres, amén de facilitarle una relación sentimental con el director de la cinta que acabaría en boda y por quien dejaría a su hasta entonces compañero sentimental, curiosamente Michael Sheen, quien interpreta a Lucian, jefe de los hombres lobo, en la película. Se ve que ya sacaron las garras durante el propio rodaje de Underworld.

Henry Jeckyll            





















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