Dirección Stephen
Sommers
Guión Stephen
Sommers
Fotografía Adrian Biddle
Música Jerry Goldsmith
Producción Sean
Daniels/James Jacks
Brendan
Fraser
Rachel
Weisz
John
Hannah
Arnold
Vosloo
Kevin
J. O´Connor
OdedFehr
Erick
Avari
Omid
Djalili
Jonathan
Hyde
Patricia Velaszquez
Año 1290
antes de Cristo. Imhotep, sumo sacerdote
del Faraón Seti I mantiene un romance con Anck-Su-Namum, concubina del mismo y quien es asesinado por
la pareja al percatarse este de la relación entre ambos, suicidándose
posteriormente ella al ser descubiertos por la guardia del Faraón. Imhohtep en
castigo es sometido al ritual de Hom Dai, maldición tan terrible que nunca
hasta ese momento se había llevado a cabo. Año 1923 después de Cristo. Rick
O´Connel combate junto a la legión extranjera en las ruinas de Hamunaptra,
ciudad donde la leyenda cuenta está enterrado Imhotep.
He de
confesar que la primera vez que me encontré con uno de los posters
promocionales de La momia, todo me hizo pensar se trataba de un remake de la
película homónima rodada en 1932 con el protagonismo de Boris Karloff, y que
como tal estaría centrada en el terror como género de referencia. Nada más lejos
de la realidad, ya que la cinta tomaba como excusa la historia de la cinta
dirigida por Karl Freund para mostrar un refrito de géneros que alternaban comedia,
acción, terror y romance en una obra que debe mucho además a la saga protagonizada
por Indiana Jones en la década de los ochenta. Esa desilusión inicial se
transformó sin embargo en la agradable sorpresa de descubrir que la película
alcanzaba todos y cada uno de sus objetivos de partida.
Ese
regusto a cine de aventuras que redefinió en su momento el éxito de En busca
del arca perdida (1982) está presente en la película de Sommers desde el minuto
inicial, siendo apreciable la influencia de la saga dirigida por Steven
Spielberg tanto en el tratamiento de tintes fantásticos de la historia, en esta
ocasión más evidente que en el caso de las películas pretéritas, la definición
de los propios personajes y la acertada mezcla de géneros. Incluso podemos
apreciar como Sommers homenajea el estilo ochentero de estos títulos usando esporádicamente
la famosa cortinilla que servía de transición entre secuencias y que arrastraba
una escena para introducir la siguiente.
La
película se inicia con un acertado prólogo que narra la historia de amor entre
Imhotep y Anck-Su-Namum y sus funestas consecuencias para saltar en una elipsis
temporal de casi tres mil años a una espectacular secuencia que presenta
brillantemente al personaje de Rick O´Connell. De igual manera se muestra poco
después al personaje de Evelyn y como con una sola secuencia aparentemente
banal y hasta estúpida nos dibuja a una mujer de torpeza inherente pero resuelta, luchadora y constante. Esto demuestra que no hace
falta una hora de presentación de los personajes (algo muy en boga últimamente)
si esta se hace mediante secuencias acertadas, como es el caso. Pero más allá
de la pareja protagonista, la cinta se nutre de acertados secundarios que suman
a la película, desde el personaje de Jonathan, recurso humorístico que no
resulta cargante hasta un villano a quien da vida con una presencia física
espectacular Arnold Vosloo y que incluso logra enfatizar con el espectador ya
que tiene una justificación en cierto modo entendible que le lleva a hacer todo
lo que hace. Citar también al personaje de Beni, un superviviente nato que
acaba por aliarse con Imhotep y cuya avaricia le costará cara, Ardeth Bay, guardián
de Hamunaptra que encajó tan bien en la historia que acabo ganando protagonismo o la bella
Patricia Velasquez dando vida a Anck-Su-Namum, que tan solo con unos minutos en
pantalla logra dejar una huella imborrable en el espectador, sobre todo en
ellos. La lista sería interminable, ya que como se apuntaba al comienzo de
este párrafo no hay personaje que sobre o resulte metido con calzador.
Una de
las señas de identidad de La momia es su mezcolanza de géneros, en un
malabarismo que no pocas veces acaba por hacer naufragar una película al querer
abarcar más de lo que puede masticar pero que en esta ocasión se encuentra
perfectamente medido. Las secuencias de acción, francamente espectaculares, el
humor insertado en los momentos y situaciones en los que aligera la tensión sin
resultar chirriante y una historia de amor para nada cursi ni fuera de lugar. Y
como no, con sus momentos de terror monopolizados por una momia que debe
regenerarse a costa de sus profanadores.
Pero
para que la narrativa de la película funcione, máxime en una como La momia, en
la cual los retos a plasmar en pantalla recogidos en el guion se antojaban
francamente complejos, hay que destacar los estupendos efectos especiales de la
película, cortesía de Industrial Light and Magic y que lograron crear
secuencias francamente sublimes, como la persecución de la avioneta por una
tormenta de arena que adopta el rostro de Imhotep dispuesto a engullir el aparato
(una vez más la sombra de Indiana Jones es alargada), la pelea de Brendan
Fraser contra las momias y que el actor rodó sin referencias de ningún tipo
para insertarse posteriormente sus enemigos en función de los movimientos del
intérprete o el estilo visual de la propia momia en sus fases iniciales previas
a su regeneración a costa del pobre grupo de norteamericanos que participaban
en una expedición paralela a la de los protagonistas. Los efectos son tan
buenos que quince años después de su estreno y con la velocidad a la que avanza
la tecnología en materia cinematográfica, algo que provoca que efectos punteros
en su momento queden obsoletos rápidamente, no han quedado nada desfasados ni
perdido un ápice de su impacto inicial, lo que dice mucho de la calidad del
trabajo realizado por la gente de ILM.
Y para
rematar una historia con un guion notable y una narrativa sin tiempos muertos,
unos intérpretes que encajan a la perfección en sus respectivos roles y unos
efectos especiales que te dejan con la boca abierta, únicamente nos queda por
añadir una banda sonora de Jerry Goldsmith a la altura, tal y como es el caso.
El compositor crea una obra con unas evidentes reminiscencias egipcias que han
quedado grabadas en el subconsciente del espectador, con uno de esos temas
centrales inmediatamente reconocibles y ubicables como parte de La momia,
película que recupera la esencia perdida de todo un cine de aventuras que
posiblemente viviera en la cinta de Stephen Sommers uno de sus últimos grandes
títulos capaces de mezclar el clasicismo de la historia y su forma de narrarla
con un estilo visual sorprendente e impactante. Una gran historia de amor que
nos recuerda que “la muerte es solo el principio”.
Henry Jeckyll














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