NOCHE DE PAZ, NOCHE DE MUERTE


(SIlent night, deadly night, 1984) 84´

Dirección               Charles E. Sellier Jr
Guión                    Michael Hickey
Fotografía             Henning Schellerup
Música                   Perry Botkin Jr
Producción           Ira Barmak

Robert Brian Wilson
Danny Wagner
Jonathan Best
Lilyan Chauvin
Gilmer McCormick
Toni Mero
Linnea Quigley
Britt Leach
Nancy Borgenicht
H.E.D. Redford
Leo Geter
Randy Stumpf

El pequeño Billy es testigo con cinco años del asesinato de sus padres a manos de un criminal disfrazado de Papa Noel, hecho que tiene lugar precisamente en la jornada de Noche Buena. Este hecho traumatiza al niño que se cría en un orfanato regentado por monjas, convirtiéndose en un saludable joven que con dieciocho años es contratado en una juguetería. El problema surge cuando en la campaña de Navidad le hacen vestirse de Santa Claus, hecho que reactiva en el joven fantasmas del pasado que le llevan a convertirse en una despiadada máquina de matar.


Viernes 13 (1980) supuso todo un fenómeno dentro del cine slasher que genero infinidad de imitaciones que trataban de emular el éxito de este título, iniciador de una de las franquicias más rentables del cine de terror. Podemos ver en Noche de paz, noche de muerte cierta similitud con la película de Sean S. Cunningham tanto en un título inicial que se acerca desde la lejanía para en esta ocasión no atravesar la pantalla (efecto que se simulaba en Viernes 13 con la rotura de un cristal), sino escupir en sangre la segunda parte del título, todo con un fondo musical que pasa de la candidez de los villancicos al mal rollo de un tema evidentemente desasosegante. Lo mismo sucede con el personaje del abuelo de Billy, un emulo del loco que surgía en Viernes 13 profetizando la muerte de los jóvenes monitores sobre una desvencijada bicicleta y que en esta ocasión advierte a su nieto de lo peligroso que es el aparentemente cándido Santa Claus. Finalmente  al igual que sucedía en Viernes 13, Noche de paz, noche de muerte apuesta por el uso de secuencias ancladas en el gore para mostrar los asesinatos retratados en pantalla, encontrando de esta manera ensartamientos, decapitaciones, una flecha travesando a una de las víctimas (¿otra vez Viernes 13?) y un uso indiscriminado de  un arma tan propicia como una afilada hacha. Sin embargo,  el título de Charles E. Sellier Jr presenta varios elementos novedosos que hacen de la película del Santa Claus asesino uno de los slashers más interesantes dentro de la por otra parte fructífera década de los ochenta.

Lo primero que cabría destacar es como la película utiliza todo el tiempo necesario para retratar los traumas del personaje protagonista, primero víctima inocente y más tarde verdugo inmisericorde. El director se toma su buena parte de metraje tanto para llevarnos hasta la escena del asesinato de los padres de Billy, como para narrar su estancia en el orfanato, periodo importante, ya que acentúa los traumas del niño tanto en relación con el personaje de Papa Noel como con el tabú del sexo, que finalmente será el catalizador que inicie la catarsis del personaje. Todo un trauma representado no solo en la figura del asesino de sus padres, sino alimentado por la madre superiora del orfanato donde pasa prácticamente toda su niñez y adolescencia.  Llegamos de esta manera hasta la mitad de película, momento en el cual se inicia la andadura asesina de un Billy que vestido de Santa Claus llevará a cabo un recorrido de muerte y sangre. Es por ello que la película mantiene ese tono tan propio de los ochenta donde no existía la velocidad que hay hoy en día a la hora de montar una película de este tipo (presentamos los personajes rápidamente para comenzar los asesinatos de los mismos) y donde lo más importante es la acumulación de efectistas asesinatos. Noche de paz, noche de muerte tiene una buena ración de asesinatos, eso es cierto, pero se mueve en otros tiempos, con secuencias más largas y con una mayor apuesta por la tensión, algo que queda patente por ejemplo en la larga secuencia que acaba con el asesinato del policía al más puro estilo de El resplandor (1980). Esto no quiere decir que la película sea lenta y aburrida, para nada. Tanto en su primera mitad (la gestión de la personalidad psicótica de Billy) como en su segundo tramo (la ola de asesinatos propios del slasher) su director dota a la cinta de ritmo y tensión.

Aunque destaquemos el uso del suspense y la tensión de la película, no podemos dejar de lado que Noche de paz, noche de muerte es hija de su tiempo y por lo tanto contiene una buena ración de muertes excelentemente presentadas en pantalla.  La más recordada y celebrada de todas tal vez sea el asesinato de Linnea Quigley, quien es levantada en el aire y ensartada con los cuernos de la cabeza disecada de un enorme ciervo, tanto por lo logrado del efecto como por mostrar por enésima vez sus encantos esta actriz fetiche del terror de los ochenta. Lo cierto es que el buen hacer en el terreno de los efectos hace que al igual que sucede con Viernes 13, Noche de paz, noche de muerte no haya envejecido nada mal a pesar de los treinta años transcurridos desde su estreno.

Buen trabajo de los tres actores que dan vida al protagonista, que además de hacer creíble por su parecido pueda tratarse de la misma persona, presentan unas interpretaciones que dan verisimilitud a un personaje tan al límite, y que se mueve entre varios registros como son la bondad, la culpa, la maldad o el miedo. Es otro  de esos elementos que decíamos han sido cuidados en el guión de la película (más allá de limitarse a plantar un asesino sin pasado ni motivaciones) y que han logrado que esta siempre sea recordada a la hora de hablar del género slasher en los ochenta.

Su éxito provocó naciera toda una franquicia de películas que acabaron por desmarcarse rápidamente del leit motive de la primera entrega (la figura de un Santa Claus asesino) convirtiéndose el título de la película y secuelas en una especia de marca de la casa para mostrar diferentes historias de terror ambientadas en la Navidad. Si bien ninguna de las cuatro secuelas es especialmente destacable, aprovecho estas líneas finales para desaconsejar absolutamente el visionado de la segunda parte estrenada tres años más tarde ( y rodada en menos de dos semanas), una tomadura de pelo que utilizando la figura del hermano de Billy, algo ya apuntado en esta película, usa durante tres cuartas partes de metraje (de apenas hora y veinte minutos) escenas del título que ahora nos ocupa para justificar una entrevista alimentada por estos flashbacks, con lo que apenas contiene metraje original, y casi mejor, ya que este es absolutamente deplorable y cutre. Aviso para navegantes. Para eso disfruten de la primera película de la saga, que generó no poca controversia durante su estreno por la utilización de un personaje tan popular y querido como  reclamo para una cinta de terror. Se ve que los críticos de la época no veían los títulos navideños de Antena3. Feliz Navidad y cuidado si se despiertan de madrugada la noche del veinticuatro y ven a un bonachón caballero de largas barbas blancas enredando entre los paquetes de su árbol de Navidad, puede que no traiga buenas intenciones ni un saco cargado de regalos.

Henry Jeckyll   















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