MANIAC


(Maniac, 2012) 88´
Dirección               Franck Khalfoun
Guión                    Alexandre Aja/Grégory Levasseur
Fotografía             Maxime Alexandre
Música                   Robin Coudert
Producción           Alexandre Aja/Thomas Langmann/
                               William Lusting


Elijah Wood
Nora Arnezeder
Genevieve Alexandra
Megan Duffy
America Olivo
Liane Balaban
Jan Broberg
Aaron Colom
Joshua Delagarza
Sammi Rotibi





Una joven camina de noche entre las solitarias calles de una ciudad. Alguien la acecha desde un coche, parece que la conoce, sabe su dirección y hasta allí se dirige a esperarla. Cuándo la mujer va a entrar en su domicilio el desconocido la aborda y antes que ella pueda emitir un grito de pánico le atraviesa la garganta con un enorme cuchillo de caza.


Hay un momento en Maniac donde tras acabar con la vida de una de sus víctimas, el personaje de Frank se refleja en la carrocería de un automóvil del aparcamiento al aire libre donde acaban de suceder los hechos. Vemos entonces recreada la archiconocida caratula del film de 1980 en la que aparece la mitad inferior del cuerpo del protagonista blandiendo en una mano un cuchillo y en la otra una cabellera de mujer. Es en ese momento de la película que se certifican todas nuestras sospechas de máximo respeto que este remake de evidentes aires europeos (solo hay que echar un vistazo a los nombres de sus máximos responsables) tiene hacía la película original dirigida por William Lusting con el protagonismo de Joe Spinell y convertida en una pieza de culto dentro del subgénero al que pertenece. En ese sentido tanto Alexander Aja como Grégory Levasseur, autores del guión, manifiestan un reverencial respeto por la cinta primigenia de la que toman toda su esencia cercana al cine de autor, a pesar de lo maniqueo de su historia, para ofrecer una producto maduro, con evidentes tintes de cine europeo, en este caso francés, tanto en la composición de las secuencias, el ritmo lento de la historia y una música ambiental que se convierte en una de las principales bazas de la cinta al lograr introducir al espectador en el submundo que puebla la enferma mente de Frank.

Si hay un elemento que caracteriza esta versión de Maniac es el uso de la cámara subjetiva, que pasa a convertirse de un recurso excepcional a la hora de intentar enfatizar alguna secuencia (todos recordamos la escena de apertura de La noche de Halloween del maestro Carpenter) a ser el medio por el cual se narra toda la película. Durante todo el metraje, a excepción de varios momentos muy marcados en que la cámara se aleja para ver la escena desde la objetividad y que coinciden en la mayoría de ocasiones con el instante exacto en que el protagonista arrebata alguna vida, nos situamos al nivel de Frank, ya que vemos la vida desde sus ojos, desde su perspectiva, convirtiéndonos en una especia de voyeur cómplice de las acciones de un maniaco atormentado por la culpa. El uso de este elemento conceptual obliga al director de Maniac, el también francés Franck Khalfoun, a utilizar la cámara con una pericia y unas exigencias técnicas a nivel de iluminación o movimiento de cámara  que hacen de la preparación concienzuda de cada toma un leit motive a la hora de abordar el rodaje de la película.

Su protagonista, un Elijah Wood que logra captar el aire perdedor, lastimoso y degradado del personaje interpretado en la versión de 1980 por un Joe Spinell en estado de gracia, se convierte de esta manera en el cámara principal, obligado además a abordar prácticamente toda su interpretación fuera de plano con lo que ha de aportar todo el carácter de su personaje a través de la voz. El joven y a la vez veterano intérprete logra su objetivo, componiendo un Frank atrapado por sus propias miserias psicóticas. Destacar como ya que en pocas ocasiones se muestra el rostro del actor (dicho lo cual si que cuándo aparece transmite todo el aire de auténtico desgraciado del personaje) es en varias ocasiones mostrando las manos despellejadas y llenas de abrasiones y heridas como se representa al protagonista. Manos de las que el asesino trata de limpiar las manchas de sangre utilizando un estropajo que acentúa aún más las marcas de heridas.

Uno de los elementos que más se recuerdan de la cinta de 1980 es lo veraz y efectista de sus efectos visuales, obra de un maestro como lo es Tom Savini. Es por ello que no se ha racaneado en este aspecto de la película, obteniéndose unas secuencias abiertamente truculentas y efectistas que logran con creces su función de impactar en el espectador, siendo especialmente acertado el efecto de continuidad en el montaje de estas secuencias, lo que  acrecienta su efectismo. Una vez más se evidencian los orígenes franceses de la cinta, ya que la utilización realista de la violencia recuerda a títulos tan conocidos de la nueva ola de terror francés como Martyrs (2008) o Frontiere (s) (2007).

Nos encontramos de esta manera con un remake altamente respetuoso con la película de William Lusting y que logra homenajear las secuencias principales de su fuente original (la persecución en el solitario metro o el impactante final) ofreciendo paralelamente un estilo propio anclado en la perfección técnica de sus secuencias, con un estilo que posiblemente ahuyente a los espectadores afines al slasher más estereotipado pero que resultara tremendamente atrayente para quien desee algo diferente en el género. Maniac lo ofrece y además no deja de lado las escenas sangrientas, de lo que esta película tiene y de sobra, no olvidemos que entre sus máximos responsables están los culpables de títulos como Alta tensión (2003), Las colinas tienen ojos (2006) o PIranha 3D (2010), por lo que el gore está asegurado a manos de este maniaco obsesionado por un pasado en el que la figura materna surge como catalizadora de todo un trauma que acaba sumiendo al personaje de Frank  en el caos y el dolor. Y ya se sabe, dolor con dolor se paga.

Henry Jeckyll      















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