Dirección Franck Khalfoun
Guión Alexandre Aja/Grégory
Levasseur
Fotografía Maxime Alexandre
Música Robin Coudert
Producción Alexandre Aja/Thomas Langmann/
William Lusting
Elijah Wood
Nora Arnezeder
Genevieve
Alexandra
Megan Duffy
America
Olivo
Liane
Balaban
Jan
Broberg
Aaron
Colom
Joshua
Delagarza
Sammi
Rotibi
Una
joven camina de noche entre las solitarias calles de una ciudad. Alguien la
acecha desde un coche, parece que la conoce, sabe su dirección y hasta allí se
dirige a esperarla. Cuándo la mujer va a entrar en su domicilio el desconocido
la aborda y antes que ella pueda emitir un grito de pánico le atraviesa la
garganta con un enorme cuchillo de caza.
Hay un
momento en Maniac donde tras acabar con la vida de una de sus víctimas, el
personaje de Frank se refleja en la carrocería de un automóvil del aparcamiento
al aire libre donde acaban de suceder los hechos. Vemos entonces recreada la
archiconocida caratula del film de 1980 en la que aparece la mitad inferior del
cuerpo del protagonista blandiendo en una mano un cuchillo y en la otra una
cabellera de mujer. Es en ese momento de la película que se certifican todas
nuestras sospechas de máximo respeto que este remake de evidentes aires
europeos (solo hay que echar un vistazo a los nombres de sus máximos
responsables) tiene hacía la película original dirigida por William Lusting con
el protagonismo de Joe Spinell y convertida en una pieza de culto dentro del
subgénero al que pertenece. En ese sentido tanto Alexander Aja como Grégory
Levasseur, autores del guión, manifiestan un reverencial respeto por la cinta
primigenia de la que toman toda su esencia cercana al cine de autor, a pesar de
lo maniqueo de su historia, para ofrecer una producto maduro, con evidentes
tintes de cine europeo, en este caso francés, tanto en la composición de las
secuencias, el ritmo lento de la historia y una música ambiental que se
convierte en una de las principales bazas de la cinta al lograr introducir al
espectador en el submundo que puebla la enferma mente de Frank.
Si hay
un elemento que caracteriza esta versión de Maniac es el uso de la cámara
subjetiva, que pasa a convertirse de un recurso excepcional a la hora de
intentar enfatizar alguna secuencia (todos recordamos la escena de apertura de
La noche de Halloween del maestro Carpenter) a ser el medio por el cual se
narra toda la película. Durante todo el metraje, a excepción de varios momentos
muy marcados en que la cámara se aleja para ver la escena desde la objetividad
y que coinciden en la mayoría de ocasiones con el instante exacto en que el
protagonista arrebata alguna vida, nos situamos al nivel de Frank, ya que vemos
la vida desde sus ojos, desde su perspectiva, convirtiéndonos en una especia de
voyeur cómplice de las acciones de un maniaco atormentado por la culpa. El uso
de este elemento conceptual obliga al director de Maniac, el también francés
Franck Khalfoun, a utilizar la cámara con una pericia y unas exigencias
técnicas a nivel de iluminación o movimiento de cámara que hacen de la preparación concienzuda de
cada toma un leit motive a la hora de abordar el rodaje de la película.
Su
protagonista, un Elijah Wood que logra captar el aire perdedor, lastimoso y
degradado del personaje interpretado en la versión de 1980 por un Joe Spinell
en estado de gracia, se convierte de esta manera en el cámara principal,
obligado además a abordar prácticamente toda su interpretación fuera de plano
con lo que ha de aportar todo el carácter de su personaje a través de la voz.
El joven y a la vez veterano intérprete logra su objetivo, componiendo un Frank
atrapado por sus propias miserias psicóticas. Destacar como ya que en pocas
ocasiones se muestra el rostro del actor (dicho lo cual si que cuándo aparece
transmite todo el aire de auténtico desgraciado del personaje) es en varias
ocasiones mostrando las manos despellejadas y llenas de abrasiones y heridas
como se representa al protagonista. Manos de las que el asesino trata de limpiar
las manchas de sangre utilizando un estropajo que acentúa aún más las marcas de
heridas.
Uno de
los elementos que más se recuerdan de la cinta de 1980 es lo veraz y efectista
de sus efectos visuales, obra de un maestro como lo es Tom Savini. Es por ello
que no se ha racaneado en este aspecto de la película, obteniéndose unas
secuencias abiertamente truculentas y efectistas que logran con creces su
función de impactar en el espectador, siendo especialmente acertado el efecto
de continuidad en el montaje de estas secuencias, lo que acrecienta su efectismo. Una vez más se
evidencian los orígenes franceses de la cinta, ya que la utilización realista
de la violencia recuerda a títulos tan conocidos de la nueva ola de terror francés
como Martyrs (2008) o Frontiere (s) (2007).
Nos
encontramos de esta manera con un remake altamente respetuoso con la película
de William Lusting y que logra homenajear las secuencias principales de su
fuente original (la persecución en el solitario metro o el impactante final) ofreciendo
paralelamente un estilo propio anclado en la perfección técnica de sus
secuencias, con un estilo que posiblemente ahuyente a los espectadores afines
al slasher más estereotipado pero que resultara tremendamente atrayente para
quien desee algo diferente en el género. Maniac lo ofrece y además no deja de
lado las escenas sangrientas, de lo que esta película tiene y de sobra, no
olvidemos que entre sus máximos responsables están los culpables de títulos
como Alta tensión (2003), Las colinas tienen ojos (2006) o PIranha 3D (2010),
por lo que el gore está asegurado a manos de este maniaco obsesionado por un
pasado en el que la figura materna surge como catalizadora de todo un trauma
que acaba sumiendo al personaje de Frank
en el caos y el dolor. Y ya se sabe, dolor con dolor se paga.
Henry Jeckyll














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