Dirección Rob
Zombie
Guión Rob Zombie
Fotografía Phil Parmet
Música Tyler Bates
Producción Mike Elliott/Andy Gould/Marco
Mehlitz/
Michael Ohoven/Rob Zombie
Sid
Haig
Bill
Moseley
Sheri
Moon Zombie
William
Forsythe
Ken
Foree
Leslie
Easterbrook
Geoffrey
Lewis
Priscilla
Barnes
Lew
Temple
Kate
Norby
Dave
Sheridan
Danny Trejo
Dallas Page
Numerosos
coches de policía llegan hasta la apartada granja de los Firefly para detener a
la familia causante de decenas de asesinatos entre viajeros de tan inhóspita
zona, a quienes acogían gentilmente en su hogar para acabar torturando,
violando y asesinando a sangre fría. Al llegar al lugar los agentes son
recibidos por una lluvia de balas que emerge de la casona en la cual se
encuentran atrincherados los miembros de la familia de psicópatas.
Continuación
de La casa de los 1000 cadáveres (2003) que utiliza al extravagante y acertado
grupo de psicópatas que conformaban la familia Firefly, protagonistas de los
más macabros crímenes inimaginables, para ubicarlos en un contexto diferente al
de la primera entrega, pasando de formar parte de una cinta cercana a los
postulados de clásicos seminales como La matanza de Texas (1973) a protagonizar
lo que podría definirse como una road movie que nos lleva a los infiernos a lo
largo de la huida que el trío de criminales formado por el Capitán
Spaulding y sus hijos Otis y Baby realizan
de las garras del pertinaz sheriff Wydell, hermano de una de las víctimas del
grupo de psicópatas tal y como se mostraba en la película anterior. Remarcar
que hay un par de cambios respecto a la primera entrega, ya que falta el
personaje del abuelo Hugo, debido al fallecimiento del actor que lo encarnaba,
Deenis Fimple, quien murió incluso antes de ver estrenado uno de sus últimos
trabajos o la sustitución de Karen Black por Leslie Easterbrook (para toda una
generación la sargento Callahan de la saga Loca academia de policía) a la hora
de encarnar a la matriarca de tan particular familia, modificación que apenas
se percibe dado el notable parecido físico entre ambas actrices.
Rob
Zombie insiste sobre sus influencias cinematográficas y que han marcado toda su
filmografía, ubicando la película a finales de la década de los setenta, una
etapa muy concreta dentro del género de terror y lleno de obras violentas y de
un marcado tono serio frente a unos ochenta más divertidos y livianos,
asemejándose incluso de alguna manera la forma de rodar a las películas de esta
etapa con recursos tan desfasados como la congelación de la imagen o la cámara
lenta, no en el sentido estético utilizado por cineastas contemporáneos como
Zack Snyder, sino en usos que nos recuerdan el final de clásicos como Grupo
salvaje (1969), al que la propia secuencia final de la película debe mucho, y que tratan de remarcar la violencia y
tensión implícita de las escenas a las que acompañan. La violencia en Renegados
del diablo es abrupta y sin concesiones, los momentos en los que los miembros
de la familia Firefly cometen actos de violencia contra sus víctimas se
muestran alejados de maniqueísmos y estéticas glamurosas. El propio filtro de
la película con un estilo granulado también nos acerca al cine de terror de los
setenta, donde las obras se filmaban con cierto énfasis realista incluso en la
técnica. Hay que destacar sobre este aspecto la capacidad del director a la
hora de crear tensión en momentos como la llegada de Otis y Baby a la
habitación del motel en la que se encuentran instalados los miembros de un
conjunto musical country a quienes toman como rehenes, logrando acabar por
incomodar al propio espectador la tortura en un inicio más psicológica que
física a la que estas víctimas son sometidas. Es algo a alabar, ya que existe una tendencia actual que provoca
mediante el abuso de una violencia exagerada que quien se sienta frente a la
pantalla de cine no sienta empatía de ningún tipo hacía la víctima de esta, tal
es el grado de hipérbole de lo mostrado ante nuestros ojos que termina por
definirlo como irreal, llevándolo incluso a lo cómico. Zombie por el contrario
incide más en el sufrimiento de las víctimas para hacer llegar este molestar al
espectador, no aparta la cámara ante secuencias impactantes y molestas, al
contrario, la deja ahí para recoger todos esos momentos que en muchos otros
títulos se dan por sentados.
Los
personajes que pueblan el universo de Renegados del diablo es otro puntal en la
carrera del músico y director cinematográfico, una marca de la casa que
propicia la aparición en escena de un grupo de protagonistas y secundarios
extravagantes e interesantes en la manera en que han sido dibujados sobre el
guion, confluyendo un auténtico circo de especímenes realmente extraño. De esta
manera tenemos al capitán Spaulding, patriarca de la familia Firefly, un payaso
asesino con ningún sentido del humor al que da vida el veterano Sid Haig, actor
de fructífera carrera centrada en buena parte en el mundo de las series de
televisión. Junto al Capitán Spaulding su hija menor y ojito dreceho Baby, una
joven de apariencia dulce y cándida que se revela como una asesina sin
escrúpulos que disfruta torturando a sus víctimas. La encarna Sheri Moon
Zombie, esposa y musa de Rob Zombie y que ha aparecido en toda su filmografía,
destacando la obsesión del director en este sentido por mostrar
insistentemente, en ocasiones en escenas que no vienen a cuento el trasero de
su actriz, tal será el grado de orgullo que tiene del mismo. Otis, el más
sanguinario de los Firefly, auténtico líder del clan para quien el asesinato,
la tortura y la violación es su día a día al que presta toda su capacidad Bill
Moseley, un referente dentro del género desde que encarnara a Chop Tow en La matanza de Texas 2 (1986). Pero
de todo el grupo de personajes secundarios y cameos que pueblan la cinta, en
muchas ocasiones encarnados por actores fetiches dentro del género (Michael
Berryman, Ken Foree, Kane Hooder…) servidor se queda con el papelón de William
Forsythe, actor por el que siento especial devoción y que encarna al vengativo
Sheriff Wydell con una fuerza arrolladora que provoca que cuándo se enfrenta al
trío de sanguinarios criminales se los meriende en pantalla.
Renegados
del diablo es en resumen un obra muy conseguida y con un interés de inicio a fin,
ya que si bien presenta algunos de los principales problemas del cine de Zombie
presentes en toda su filmografía como es el hecho de no lograr ofrecer un acto
final a la altura del resto de metraje, en este caso consigue reducir este
continuo bajón de intensidad y calidad en el resultado final. Puede suponer,
eso sí, cierta decepción para quien se acerque a esta continuación de La casa
de los 1000 cadáveres como si se tratara de una secuela al uso, ya que rompe el
propio subgénero en el que se ubica, siendo las dos como son películas de
terror. Una obra que invita a no viajar a esa América profunda que tan bien
sabe plasmar Zombie en sus películas, otra de sus constantes fílmicas y que ha
hecho de la filmografía de Zombie una especie de universo cinematográfico
propio del que posiblemente Renegados del diablo sea su mejor exponente. Un
universo repleto de freaks y mala gente.
Henry Jeckyll


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