LA MATANZA DE TEXAS 2004 (2004)

(The Texas chainsaw massacre, 2004) 94´

Dirección               Marcus Nispel

Guión                    Scott Kosar
Fotografía             Daniel Pearl
Música                   Steve Jablonsky  
Producción           Michael Bay/Mike Fleiss


Jessica Biel
Jonathan Tucker
Erica Leerhsen
Mike Vogel
Eric Balfour
Andrew Bryniarski
R. Lee Ermey
Terrence Evans
David Dorfman
Lauren German


Un grupo de jóvenes se dirige a un concierto en Dallas en la furgoneta de uno de ellos. Al atravesar una polvorienta y solitaria carretera en medio de Texas casi atropellan a una muchacha que camina desorientada entre medio del asfalto. La hacen subir con ellos para ver qué es lo que la sucede y tratar de ayudarla. Entre sollozos y con la mirada completamente pérdida la joven masculla algo sobre no querer regresar para a continuación sacar un revolver que tiene oculto en el vestido y dispararse un tiro en la boca ante la horrible presencia del grupo.


Remake del clásico de 1974 dirigido por Tobe Hooper que parte de un respeto reverencial por el original para actualizar el contenido a las nuevas demandas de los espectadores del terror actual sin perder la esencia primigenia de la cinta de que la bebe. Es por ello que la película dirigida por Marcus Nispel y auspiciada bajo el mecenazgo del director de títulos de acción tan taquilleros como Dos policías rebeldes (1995), La roca (1996), Armageddon (1998) o la saga Transformers,  Michael Bay, se sustenta en su intención de crear malestar y desasosiego en el espectador desde el terreno estético y visual de la cinta. Excelente trabajo en este sentido de los diseñadores de producción que dotan a toda la cinta de un aire malsano, sucio y desasosegante. La recreación de la casa donde viven Cara de cuero y su familia, el molino o el propio matadero son escenarios perfectamente preparados para resultar repulsivos, llenos de detalles grotescos, suciedad y un hedor que casi atraviesa el celuloide hasta llegar al espectador, algo que sucede igualmente con el calor que exuda la película y que provoca un visionado molesto e incómodo, tal y como sucedía en su antecesora filmada cuarenta años atrás. La aportación de este remake a los nuevos tiempos se centra en el aumento de secuencias cercanas al género gore (algo de lo que prácticamente carecía la película de 1974) con amputaciones de piernas y brazos, cuerpos ensartados en ganchos de carnicería o el impactante momento en que la autoestopista se vuela la cabeza, mostrada con un movimiento de cámara realmente original que atraviesa el cráneo perforado de la muchacha para mostrarnos la reacción de sus compañeros de viaje.

Su alma de remake se aprecia claramente en el hecho que renueva secuencias icónicas del original como el momento en que dejan subir a un autoestopista en la furgoneta (cambiando eso sí a este personaje que introduce al grupo protagonista en el infierno que les tocará vivir), la primera aparición de Cara Cuero acabando con  su víctima de un certero golpe o la auto sección de la pierna en plena persecución por parte de Cara Cuero (más conocido por su apelativo original Leatherface). Su guionista, Scott Kosar, especializado en el género de terror, ofrece sin embargo las suficientes variantes como para ofrecer algo nuevo y no un remedo actualizado de escenas tipo copia-pega. Conserva el alma pero varía el planteamiento. Se respeta el momento en que se desarrollan los hechos, no existiendo una actualización de la acción y esta sigue teniendo lugar en 1973, una época en la que es más creíble la trágica historia de los protagonistas, tanto por el momento de desapego y desidia que vivían unos Estados Unidos sumidos en la desesperanza y la desconfianza (el Watergate, la guerra de Vietnam…) como por la existencia de una América profunda que hacía creíbles los acontecimientos.

La película vuelve a caer en un error recurrente en este tipo de cine, que es el de colocar de inicio a un conjunto de personajes estereotipados al frente del reparto (el guapo, el colocado, el serio…), aunque hay que reconocer que la elección de la bella y escultural Jessica Biel (jamás lucio tan sexy como en esta película) como alma mater del grupo es todo un acierto. Es gracias a títulos como el presente que la actriz de la almibarada serie Siete en el paraíso (1996-2006) comenzó a demostrar sus dotes como intérprete más allá de ser una cara bonita. Además el guionista se esfuerza por humanizar estos personajes de manera que sintamos empatía hacía ellos y de esta manera suframos más con su cruel destino. El mejor ejemplo de esta idea se aprecia en el momento en que Kemper está siendo colgado de un gancho boca abajo cuándo algo cae de sus bolsillos, siendo el anillo de compromiso ansiado por Erin y que así se había recordado poco antes. El conocer sin embargo de antemano cual es el designio final para estos personajes los hace menos interesantes y por lo tanto no logra su objetivo de afectar al espectador por esa vía. Decir que lo mejor a nivel de interpretaciones se encuentra en el bando de la familia de matarifes caníbales comandados por un soberbio R. Lee Ermey, para siempre el malcarado sargento Hartman de La chaqueta metálica (1987). Ermey como el sheriff Hoyt nos ofrece un papel de auténtico hijo de mala madre que pone los pelos de punta con cada aparición, especialmente durante su acoso al grupo de jóvenes al responder a su llamada de auxilio. La escena en la que obliga a un aterrado Morgan a repetir lo ocurrido con la autoestopista suicida pone los pelos de punta por su manejo del suspense.

Es precisamente cuándo la película se aleja de esos momentos en los que el espectador sabe que los jóvenes se están metiendo en la boca del lobo, cuándo desconocen que quien está frente a ellos es el enemigo del cual deberían huir como posesos, cuándo la película más flojea. Curiosamente en los instantes en que los protagonistas hablan sobre cómo actuar tras la muerte de la chica a la que han recogido, el espectador se posiciona del lado de Morgan, el personaje que a priori es más egoísta y mezquino en sus aportaciones (habla de abandonar el cadáver y largarse del lugar). Por el contrario, Erin, quien parece ser la persona que toma las decisiones correctas como avisar a la policía o no huir del lugar, es quien conducirá a sus amigos a la peor de sus pesadillas. Una vez que Nispel hace explotar la acción y asistimos a la persecución de los protagonistas por un Leatherface algo desaprovechado, la cinta entra en un tource de force reiterativo e incluso algo alargado, un juego del gato y el ratón demasiadas veces visto anteriormente. El prólogo y epílogo, narrado con la voz de John Larroquette, quien ya hiciera esa misma labor en la cinta de Hooper (nuevamente volvemos a la idea de respeto hacía el original), sirve para remarcar esa idea latente de “basado en hechos reales” y que trata de hacer todavía más terrorífica la experiencia del visionado de la película.

Nos encontramos de esta manera ante un buen ejemplo de remake que parte desde el respeto por el original y que lo toma como base a la hora de abordar una película que actualiza personajes y hechos a un lenguaje cinematográfico más dinámico y con una estética más videoclipera, aunque mantiene la esencia de repulsión y opresión que convirtieron a la cinta de Tobe Hooper en un clásico de culto cuasi inmediato. Un título que tiene un buen par de cortes en su metraje, y no precisamente en el celuloide.

Henry Jeckyll



















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