Dirección Marcus
Nispel
Guión Scott Kosar
Fotografía Daniel Pearl
Música Steve Jablonsky
Producción Michael Bay/Mike Fleiss
Jessica
Biel
Jonathan
Tucker
Erica
Leerhsen
Mike
Vogel
Eric
Balfour
Andrew
Bryniarski
R.
Lee Ermey
Terrence
Evans
David
Dorfman
Lauren German
Un grupo
de jóvenes se dirige a un concierto en Dallas en la furgoneta de uno de ellos.
Al atravesar una polvorienta y solitaria carretera en medio de Texas casi
atropellan a una muchacha que camina desorientada entre medio del asfalto. La
hacen subir con ellos para ver qué es lo que la sucede y tratar de ayudarla.
Entre sollozos y con la mirada completamente pérdida la joven masculla algo
sobre no querer regresar para a continuación sacar un revolver que tiene oculto
en el vestido y dispararse un tiro en la boca ante la horrible presencia del
grupo.
Remake
del clásico de 1974 dirigido por Tobe Hooper que parte de un respeto
reverencial por el original para actualizar el contenido a las nuevas demandas
de los espectadores del terror actual sin perder la esencia primigenia de la
cinta de que la bebe. Es por ello que la película dirigida por Marcus Nispel y auspiciada
bajo el mecenazgo del director de títulos de acción tan taquilleros como Dos policías
rebeldes (1995), La roca (1996), Armageddon (1998) o la saga Transformers, Michael Bay, se sustenta en su intención de
crear malestar y desasosiego en el espectador desde el terreno estético y
visual de la cinta. Excelente trabajo en este sentido de los diseñadores de
producción que dotan a toda la cinta de un aire malsano, sucio y desasosegante.
La recreación de la casa donde viven Cara de cuero y su familia, el molino o el
propio matadero son escenarios perfectamente preparados para resultar
repulsivos, llenos de detalles grotescos, suciedad y un hedor que casi
atraviesa el celuloide hasta llegar al espectador, algo que sucede igualmente
con el calor que exuda la película y que provoca un visionado molesto e
incómodo, tal y como sucedía en su antecesora filmada cuarenta años atrás. La
aportación de este remake a los nuevos tiempos se centra en el aumento de
secuencias cercanas al género gore (algo de lo que prácticamente carecía la
película de 1974) con amputaciones de piernas y brazos, cuerpos ensartados en
ganchos de carnicería o el impactante momento en que la autoestopista se vuela
la cabeza, mostrada con un movimiento de cámara realmente original que
atraviesa el cráneo perforado de la muchacha para mostrarnos la reacción de sus
compañeros de viaje.
Su alma
de remake se aprecia claramente en el hecho que renueva secuencias icónicas del
original como el momento en que dejan subir a un autoestopista en la furgoneta
(cambiando eso sí a este personaje que introduce al grupo protagonista en el
infierno que les tocará vivir), la primera aparición de Cara Cuero acabando
con su víctima de un certero golpe o la auto
sección de la pierna en plena persecución por parte de Cara Cuero (más conocido
por su apelativo original Leatherface). Su guionista, Scott Kosar, especializado
en el género de terror, ofrece sin embargo las suficientes variantes como para
ofrecer algo nuevo y no un remedo actualizado de escenas tipo copia-pega.
Conserva el alma pero varía el planteamiento. Se respeta el momento en que se
desarrollan los hechos, no existiendo una actualización de la acción y esta
sigue teniendo lugar en 1973, una época en la que es más creíble la trágica
historia de los protagonistas, tanto por el momento de desapego y desidia que
vivían unos Estados Unidos sumidos en la desesperanza y la desconfianza (el
Watergate, la guerra de Vietnam…) como por la existencia de una América
profunda que hacía creíbles los acontecimientos.
La
película vuelve a caer en un error recurrente en este tipo de cine, que es el
de colocar de inicio a un conjunto de personajes estereotipados al frente del
reparto (el guapo, el colocado, el serio…), aunque hay que reconocer que la
elección de la bella y escultural Jessica Biel (jamás lucio tan sexy como en
esta película) como alma mater del grupo es todo un acierto. Es gracias a
títulos como el presente que la actriz de la almibarada serie Siete en el paraíso
(1996-2006) comenzó a demostrar sus dotes como intérprete más allá de ser una
cara bonita. Además el guionista se esfuerza por humanizar estos personajes de
manera que sintamos empatía hacía ellos y de esta manera suframos más con su
cruel destino. El mejor ejemplo de esta idea se aprecia en el momento en que
Kemper está siendo colgado de un gancho boca abajo cuándo algo cae de sus
bolsillos, siendo el anillo de compromiso ansiado por Erin y que así se había
recordado poco antes. El conocer sin embargo de antemano cual es el designio
final para estos personajes los hace menos interesantes y por lo tanto no logra
su objetivo de afectar al espectador por esa vía. Decir que lo mejor a nivel de
interpretaciones se encuentra en el bando de la familia de matarifes caníbales
comandados por un soberbio R. Lee Ermey, para siempre el malcarado sargento
Hartman de La chaqueta metálica (1987). Ermey como el sheriff Hoyt nos ofrece
un papel de auténtico hijo de mala madre que pone los pelos de punta con cada
aparición, especialmente durante su acoso al grupo de jóvenes al responder a su
llamada de auxilio. La escena en la que obliga a un aterrado Morgan a repetir
lo ocurrido con la autoestopista suicida pone los pelos de punta por su manejo
del suspense.
Es
precisamente cuándo la película se aleja de esos momentos en los que el
espectador sabe que los jóvenes se están metiendo en la boca del lobo, cuándo
desconocen que quien está frente a ellos es el enemigo del cual deberían huir
como posesos, cuándo la película más flojea. Curiosamente en los instantes en
que los protagonistas hablan sobre cómo actuar tras la muerte de la chica a la
que han recogido, el espectador se posiciona del lado de Morgan, el personaje
que a priori es más egoísta y mezquino en sus aportaciones (habla de abandonar
el cadáver y largarse del lugar). Por el contrario, Erin, quien parece ser la
persona que toma las decisiones correctas como avisar a la policía o no huir
del lugar, es quien conducirá a sus amigos a la peor de sus pesadillas. Una vez
que Nispel hace explotar la acción y asistimos a la persecución de los
protagonistas por un Leatherface algo desaprovechado, la cinta entra en un
tource de force reiterativo e incluso algo alargado, un juego del gato y el
ratón demasiadas veces visto anteriormente. El prólogo y epílogo, narrado con
la voz de John Larroquette, quien ya hiciera esa misma labor en la cinta de
Hooper (nuevamente volvemos a la idea de respeto hacía el original), sirve para
remarcar esa idea latente de “basado en hechos reales” y que trata de hacer
todavía más terrorífica la experiencia del visionado de la película.
Nos
encontramos de esta manera ante un buen ejemplo de remake que parte desde el
respeto por el original y que lo toma como base a la hora de abordar una
película que actualiza personajes y hechos a un lenguaje cinematográfico más
dinámico y con una estética más videoclipera, aunque mantiene la esencia de
repulsión y opresión que convirtieron a la cinta de Tobe Hooper en un clásico
de culto cuasi inmediato. Un título que tiene un buen par de cortes en su
metraje, y no precisamente en el celuloide.
Henry Jeckyll














No hay comentarios:
Publicar un comentario