Dirección Steve
Barron
Guión Todd
W. Langen/Bobby Herbeck
Fotografía John Fenner
Música John
Du Prez
Producción David
Chan/Kim Dawson/Simon Fields
Judith Hoag
Elias Koteas
David Forman
Leif Tilden
Michelan Sisti
Josh Pais
Kevin Clash
James Saito
Toshishiro Obata
Michael Turney
Jay Patterson
Raymond
Serra
La
ciudad de Nueva York está sumida en ola de delincuencia que ha provocado una
inseguridad ciudadana sin precedentes. La policía se ve incapacitada para hacer
frente a tal cantidad de robos, a lo que se une un total desconcierto ante
quien está liderando esta red de crímenes. La audaz periodista April O´Neal
está dispuesta a descubrir la verdad sobre el asunto. Una noche al salir del
trabajo es asaltada por un grupo de ladrones pero afortunadamente para ella de
la nada surgen unas sombras que reducen a los asaltantes y vuelven a su escondite
en las alcantarillas de la ciudad. Junto al lugar de los hechos April encuentra
un Sai, una de las armas utilizada por sus defensores.
El
reciente reboot de esta franquicia de películas que Michael Bay ha liderado y
que ha vuelto a poner en el candelero a estos personajes de tebeo nacidos de la
imaginación y los lápices de Kevin Eastman y Peter Laird, me ha animado a
revisionar la primera de las adaptaciones a la pantalla grande de estos
originales personajes que llevan generando series de animación, muñecos y
alguna que otra adaptación cinematográfica desde hace cerca de tres décadas. He
de confesar mi temor a la hora de volver a ver una cinta de la que tenía buen
sabor de boca por aquello de los años transcurridos y los cambios que uno mismo
sufre y que provocan no pocas desilusiones a la hora de enfrentarte a títulos del pasado. Pero en
esta ocasión he de reconocer que me he llevado un gran sabor de boca, la
película mantiene intactas las cualidades del mismo día de su estreno.
Por una
parte nos encontramos con una correcta adaptación que traslada bastante
acertadamente la esencia del tebeo original, donde resultan especialmente
logrados los escenarios en los que transcurre la trama, especialmente los decorados
que representan los callejones y alcantarillas donde tienen lugar buena parte
de las escenas de la cinta, con un aire que ciertamente emana algo de teatral
unido a un estilo comiquero artificial. Es cierto que se ha rebajado algo el
tono de mala leche del comic, pero aún así podemos reconocer en esencia a los
personajes principales. La película mantiene una linealidad nada original, pero
el ritmo está bien llevado desde el inicio hasta el final, con una estupenda
alternancia de momentos ligeros y cómicos (ese Raphael que sale del cine
cubierto por una gabardina y un sombrero tras ver Critters comentando “Como
pueden inventar cosas tan absurdas “) con unas secuencias de acción
estupendamente coreografiadas, ofreciendo además en el segundo acto un impase
en la narración con el traslado de los protagonistas a la casa en el campo de
April, hecho que sin embargo no aligera el ritmo. Además se agradece que si
bien el tono es casi familiar, sí que hay un par de momentos que hacen
sorprendernos por su inserción en una cinta de una temática tan aparentemente
blanca, como son la paliza sufrida por Raphael o el propio final de Shredder.
Sí que es cierto que aprovechando el hecho de haber citado la muerte de este
personaje, el villano de la historia, se echa en falta un mayor empaque en la
lucha final entre Splinter y Shredder, algo que se perdona por las evidentes
complicaciones técnicas de manejo del animatronic que da vida a la rata
protagonista y que harían resultar demasiado artificial dicho combate de
haberse pretendido rodarse como si de una pelea entre experimentados ninjas se
tratara.
Es
precisamente el campo de los animatronics y la creación de las tortugas que dan
nombre al proyecto el elemento más destacado de la producción. Hablamos de una
cinta de casi veinticinco años que en ese apartado no muestra una sola fisura
en el diseño de las cuatro protagonistas, los rostros son perfectamente
expresivos, la alternancia de animatronics y actores bajo un sobresaliente
disfraz se fusionan perfectamente, permitiendo además a los actores no sufrir
la más mínima limitación a la hora de efectuar los movimientos de artes
marciales necesarios en las secuencias
de lucha. En una palabra, los personajes de Raphael, Leonardo, Michelangelo y
Donatello son cien por cien creíbles, en ningún momento tienes la sensación de
estar delante de una marioneta. En el caso de Splinter es más evidente su
origen artificial, pero aun y todo estamos ante una maravilla artesanal de
primer orden. Todo ello se debe a la participación del genio Jim Henson y su
equipo (su hijo Brian es el responsable de la segunda unidad), quien ya había
revolucionado el medio con obras de arte como Cristal oscuro (1982) o Dentro
del laberinto (1986), elevando a categorías estratosféricas el manejo de
marionetas en el cine y la televisión. Toda una lástima que el creador de Los
teleñecos falleciera el mismo año de estreno de Las tortugas ninja a la
temprana edad de cincuenta y tres años.
El
elenco de intérpretes es discreto, algo habitual en una cinta donde los
protagonistas son unos personajes como los que protagonizan la película, como
el caso de Judith Hoag, que da vida a April y quien básicamente centraría su
carrera posterior en la televisión. Sin embargo resulta curioso encontrar a
Elias Koteas en el papel de Casey Jones, personaje que resulta otro de los
aciertos de la película. Koteas es uno de esos actores que posiblemente el gran
público desconozca, con un rostro que puede sonar pero que pasa desapercibido.
Sin embargo es uno de esos secundarios de lujo que dan empaque a todo trabajo
donde se les llama, y que ojo, ha estado a las órdenes de grandes como Scorsese,
Cronenberg, Malick o Fincher. Citar anecdóticamente a Corey Feldman, bueno, en
realidad a su voz, ya que pone esta al servicio del personaje de Donatello.
Feldman era uno de los actores jóvenes más prometedores de los ochenta (Cuenta
conmigo, Gremlins, Goonies, Jóvenes ocultos, No mataras al vecino…) hasta que
las drogas y la pubertad hicieron su aparición para relegarlo al plano del cine
B.
Así, que
quien crea que Las tortugas ninja en su versión de comienzos de los noventa es
una simpleza de muñequitos de cartón y cuatro patadas mal rodadas quizás
debiera dejar de lado sus prejuicios y disfrutar de una estupenda adaptación de
las páginas del comic a las pantallas de cine de unos personajes tan
inclasificables como disfrutables. Como diría Splinter, una película “de puta
madre”.
Henry Jeckyll















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